sábado, 17 de noviembre de 2007

"Caminar por las calles de Haití es como caminar por un basurero gigante"

El geógrafo, fotógrafo y viajero cordobés, Pablo Sigismondi, compartió con Radio Nacional las experiencias y conocimientos que adquirió durante su último viaje a Centroamérica. En especial en su estadía en Haití. Antes de dar una charla sobre Derecho a la Información y Democracia (el caso haitiano) en la Casa de Pepino de Córdoba, hoy sábado a las 20 horas, charló con Aves de Prensa:


“Haití es un país devastado. Es el país más pobre del hemisferio occidental. Ante esa pobreza, aparece la solución mágica que impone el imperio estadounidense y la comunidad internacional: la creación de una fuerza multinacional de cascos azules de las Naciones Unidas llamada Minustah (Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití).
La opinión de los haitianos, que nunca fue consultada, es que la Minustah es como una fuerza militar de ocupación.
Caminar por las calles de Haití es como caminar por un basurero gigante. Es como una gigantesca villa, salvo cuando uno sube a los sectores acomodados de Pétion Ville, en la capital, Puerto Príncipe. La gente sobreviviendo en la calle, muriendo en la calle no se ve ni siquiera en las grandes ciudades de la India como Calcuta. Estar en Haití es ver a un pueblo que tiene desnutrición y analfabetismo. Pero sobre todo implica una agresión a la vista desde el momento que ves a uno de los 10 países más pobres del mundo y, al lado, en contraste, las grandes instalaciones que tomaron las fuerzas de las Naciones Unidas (universidades, hoteles) para instalar sus tropas. Mientras la gente se baña en charcos de agua podrida en las calles, las fuerzas de la Minustah pasan con los camiones de la ONU –que pagamos todos– llenos de agua mineral para las tropas que están guardadas en los cuarteles. Tropas que salen una vez al día a dar un recorrido, generalmente represivo, por las calles de la ciudad. La misión de ellos es ganar el viático que le paga la ONU para volver a su casa con una diferencia económica. Además, hay soldados acusados de violar, de matar, de traficar drogas y armas. Hay mucha basura dentro de la Minustah”.



En el cuartel argentino
“En el cuartel de la tropa argentina, ubicado en la ciudad de Gonïves, hablé con tres soldados y ellos me decían textualmente: `Llegamos al aeropuerto de Puerto Príncipe, nos bajaron ahí, nos subieron a un camión y vinimos acá. No conocemos nada, no hablamos creole, no hablamos francés ni inglés. Simplemente estamos en el cuartel, como máximo salimos a patrullar una o dos veces al día y los fines de semana ponemos un generador en la plaza principal de la ciudad y les pasamos fútbol a los chicos o les ponemos luz para que puedan leer y estudiar´.
Y valga esta importantísima comparación: el gasto que hacen por día 220 haitianos lo hace un soldado de las fuerzas multinacionales en el mismo día. Hay unos 8.800 soldados.
También están las grandes burocracias que la ONU tiene a nivel mundial como la FAO o la UNICEF que establecen ahí sus consultores, sus asesores. Gente que, a mi entender, tiene un contacto muy limitado con la realidad. Después se ven organizaciones civiles de muy bajo presupuesto que tratan de colaborar. Como el caso de un ex militar argentino que estuvo asignado en Haití y que, después de lo que vivió ahí, decidió quedarse. Se casó con una haitiana y formaron un comedor donde se atienden a unos 45 niños huérfanos. Pero son casos que, comparados con las fuerzas de la ONU, son ínfimos. Por lo menos en lo que los haitianos necesitan todos los días. Haití tiene un presupuesto anual de 2.500 millones de dólares y las fuerzas de la Minustah tienen asignados para el año 2008, 561 millones de dólares. Es decir, el 25 por ciento del presupuesto del país. Los haitianos tienen una frase que me parece estupenda que en créole dice: maleré se krim (ser pobre es un crimen)".

Un laboratorio
“En definitiva, lo que pasa en Haití es también un laboratorio de lo que puede suceder en muchos otros lugares de Latinoamérica. En el Tercer Mundo la pobreza, la desigualdad y la exclusión se hacen cada vez más marcadas porque el sistema económico mundial se basa en la desigualdad, en la explotación, en la destrucción de los ecosistemas, en la destrucción de la diversidad cultural. Ese sistema excluye. Y en la medida en que esa situación se agrave, se necesita una fuerza represiva-disuasiva que pueda contener a las masas de humildes, de desheredados que quedan en la calle. Y ese es el papel que juega la Minustah. Y no es un caso aislado...”.



Fotografías: Pablo Sigismondi.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Grande Pablo! Fuerza!